El sol, con sus rayos de luz, besa los girasoles que recién nacen en un pedacito de tierra y le agradecen vehementemente con el suave baile de sus pétalos. Yo, absorta, contemplando la imagen, te pienso.
Cierro los ojos y como aquellos girasoles le concedo al sol el mismo permiso. Percibo su toque amable sobre la piel de mi rostro, la intensidad de su calor es notoria y va en incremento, sin embargo, es una sensación placentera; da vida como tú, Gaia.
Vuelvo a pensarte, esta vez inducida por tus caricias en mi vientre, el movimiento díscolo de tus piecitos contorneándose en aquel espacio reducido, el ímpetu de tu carácter contenido en un diminuto cuerpo de niña. Llegan a mí, las imágenes de la persona que fui y hago un símil con la que me he convertido tras engendrarte; que distinta me he vuelto.
Has insuflado en mí, un nuevo concepto a la palabra vivir. La que concebía con un significado muy simple y tosco. Ahora llegas y me llenas de un amor que hasta hoy desconocía, irrumpes en cada espacio y rincón de mi ser, alivianándolo del peso, del dolor y de la frustración de la que a veces me dejo envolver. Ser mejor para mi por ti. Ser tierra para que esta flor, mi Gaia, crezca esplendorosa, besada por el sol y libre.
Crea tu propia página web con Webador